Madame Putifar by Pétrus Borel

Madame Putifar by Pétrus Borel

autor:Pétrus Borel [Borel, Pétrus]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1838-12-31T16:00:00+00:00


VII

Dos o tres veces por semana, el señor alcaide reunía en su salón a todos los prisioneros y les daba una especie de veladas, donde se hablaba y se jugaba a la baceta y al hombre[103]. Rara vez acudía Déborah a ellas; sólo iba cuando no se sentía triste. El dolor verdadero no necesita distracción: se encierra, se queda frente a frente consigo mismo, se complace en su propia pena, como una mujer ante el espejo que repite su imagen; cualquier otra cosa que no sea el dolor es algo feo y repugnante. Dicen que el dolor es como esos cristales de óptica que, gracias a un extraño juego, perturban, empequeñecen o prolongan las formas más bellas y convierten en figura grotesca una estatua admirable. Pero quizá no sea, por el contrario, más que un cristal que aclara, que nos descubre la realidad de lo que la educación, las prevenciones, las ilusiones, la turbación de las pasiones y el orgullo nos presentan bajo una luz falsa. El dolor podría compararse a la balanza de la Justicia, si la balanza de la Justicia pesase con justicia.

La fortaleza no guardaba entonces más que ocho o diez prisioneros. Entre ellos estaban dos viejos llenos de salud y razón, a quienes sus hijos, poderosos en la corte, habían hecho incapacitar y encerrar como locos para apoderarse y gozar de sus bienes adelantando la herencia.

Aunque no le faltasen muchas cosas al bienestar material de Déborah, estaba más sombría y más abatida que nunca. La perseguían extraños deseos, aspiraba a un estado distinto y lejano; y como se hallaba cautiva, se decía:

—Lo que me falta es la libertad.

Pero esa necesidad vaga, el hombre la lleva consigo en todo tiempo y lugar: libre o cautivo, de luto o alegre, su alma siempre se ve turbada por esos impulsos hacia un infinito y hacia algo desconocido inexplicables. ¿Es la oscilación de la llama que arde en nuestra lámpara de arcilla, y que trata de volver al fogón de donde ha sido sacada? ¿Es el recuerdo de una vida mejor y pasada, o el presentimiento de una vida mejor y futura?… El primero que comparó la vida a un viaje y el hombre a un peregrino, lanzó uno de esos grandes fulgores que rara vez salen del genio humano, y que, como el rayo, extienden una capa de luz en las tinieblas. ¿No es el hombre, en efecto, como el viajero que siempre aspira? Pero ¿a qué aspira?… Para alguno, su aspiración no es la nada de la rumba.

La soledad en que vivía Déborah exaltaba su sensibilidad y liberaba en ella esos vapores negros que asaltan a las mujeres durante la gestación. El recuerdo de los males sufridos no abandonaba su mente, y su corazón estaba lleno de remordimientos y quejas. Se acusaba de la muerte de su madre y de la muerte de Patrick. Tenía la impresión de que sus sombras vagaban sin descanso a su alrededor y la rozaban. En el chirrido del cerrojo de su puerta



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